Por Marcelo Lopez
@marcelolopezcba
Sorrento va y viene con escaleras, callecitas, bajadas y sobre todo subidas (paradójicamente), por todos lados. Entonces o te conseguís un scooter, un auto, viajás en ómnibus, o te caminás todo para vivirlo bien de cerca y disfrutarlo.
Llegamos al puerto en ferry desde Nápoles: es un viaje corto, de escasos treinta minutos, bordeando la costa de Campania. Cuando uno arriba ya puede percibirse lo que será el encanto de un lugar único, con las casas en los acantilados, las playas pequeñísimas, los barquitos y los veleros esperando. Un destino que mezcla la finesa del diseño italiano con la calidez de pueblo costero.
Si las primeras impresiones son las que cuentan, en Sorrento el éxito está asegurado. El sol pinta todo de hermosos y vivos colores, la prolijidad del entorno mantienen un delicado equilibrio entre un sitio cuidado y uno “plastificado”. El mar, enfrentando un acantilado enorme, es una sinfonía de verdes y esmeraldas, mezclados con un azul profundo. Las plantas y las flores terminan componiendo el cuadro perfecto.
A la izquierda, la Marina Piccola, el puerto más profundo de la ciudad; a la derecha, la playa de San Francisco: una finísima lengua de arena entre el acantilado y el mar, colonizada por montones de muelles de madera que terminan en espigones de piedra soportando los embates de las olas. Esos espacios están florecidos de sombrillas, mesas, reposeras y cambiadores, de los más elegantes a los más comunes.
Tomamos el ómnibus para ir a Piazza Tasso y el recorrido comenzó por la serpenteante Via Luigi de Maio, una calle encajonada en la montaña que sube, acortando la distancia del acantilado, entre la costa y la meseta, donde está la mayor parte de la ciudad, haciendo gala de una trepada interesante en un espacio tan reducido. Cuando llegamos arriba, la actividad explotaba: la gente en los bares, las calles repletas, los negocios, los autos, las motos, todo en movimiento constante y colorido.
De la Piazza Tasso salen unas cinco o seis calles, de forma imperfecta, resabio de una ciudad que se remonta a los griegos. De un lado, el Corso Italia, del otro, Via San Cesareo. Esas dos calles podrían ser la columna vertebral del paseo por Sorrento.
Sin lugar a dudas, este destino es uno de los lugares más bellos de Italia, especialmente de la Costa Amalfitana, constituyéndose en la base ideal para explorar con tranquilidad y rapidez el resto de estas tierras italianas.
Con 185 años de historia, hoy forma parte de la cadena Leading Hotels of The World. Este exquisito edificio, de mitad del siglo XIX, está tan vivo que es el lugar donde alojarse cuando se trata de exclusividad. Se ingresa por la misma Piazza Tasso, en un camino de enredaderas y flores en pérgolas, que desembocan en un espectacular edificio neoclásico y una terraza al mar, con una invitación a volar con la imaginación.
La propuesta gastronómica de Sorrento tiene tantas opciones como gente dispuesta a animarse. Por supuesto, las pastas italianas y las pizzas son un must del viaje. ¿Sugerencias? La Osteria del Buon Convento, especializada en comida napolitana, y L’Antica Trattoria, fundada en 1930, con platos más gourmet.
Las opciones son acotadas y variadas. En general, tienen acceso privado. El agua es transparente y un poco fresca, aún en los meses de julio y agosto, como en todo el Mediterráneo.