Por Antonella Zacarias
¿En qué momento de tu vida empezaste a interesarte por el ‘Coaching’ y la ‘Psicología Espiritual’?
Creo que siempre estuvo en mí, y que era algo que es como una evolución del corazón. Se fue transformando: me fui de Córdoba hace 25 años, como Contadora, a hacer Maestrías en Negocios, las hice, trabajé en corporaciones y fui la primera mujer que llevó a tres compañías a obtener certificaciones en normas ISO-QS 9000 y 14000 en tiempo récord, en un ambiente mayoritariamente de hombres. Para lograr este tipo de objetivos, más allá que de que alguien los lidere y los lleve adelante, hace falta un trabajo de equipo. En este caso, eran tres proyectos muy complicados, que venían postergándose desde hacía tiempo y con muchos fracasos. Lo que me llevó al éxito de obtener estas certificaciones de calidad, que eran imperiosas para alcanzar contratos millonarios, fue el hecho de trabajar en conjunto, tanto con los ejecutivos como con el personal de la planta. Escucharlos, comprometernos y tener un “propósito común”, que iba más allá del objetivo en sí mismo, fueron claves en el éxito.
Trabajaba con la gente de la planta, que hablaban español, y con los ejecutivos, que hablaban inglés. Más allá del idioma, las diferencias eran muchas: había separación de objetivos. Para esto fue necesario comunicarnos a otro nivel, desde otra expresión, en el que podíamos entendernos. En ese punto, poder escuchar y comprender a la persona, más allá de su rol, sino desde lo humano, y teniendo un propósito, fue lo que permitió y nos permitió lograr la meta, a pesar de que era mujer, era extranjera, era Contadora con Maestrías en Negocios y no Ingeniera, (generalmente son los profesionales que llevan a cabo estos procesos). La parte académica estaba, pero faltaba el condimento “humano”. Sin eso, no se tiene verdadero éxito. Esto fue evolucionando, y en vez de ser un control de calidad de las empresas, fue un control de calidad de las emociones y pensamientos.
“…Cuando hablo que este camino profesional en ‘Coaching’ y la ‘Psicología Espiritual’ fue una ‘evolución del corazón’, me refiero a que poco a poco me fui formando bajo el deseo del servicio, es decir, la contribución al mundo desde el trabajo, a través de lo que uno es y lo que hace…”
A pesar de que el manuscrito estaba casi listo en el 2011, primero publiqué “Pasaporte espiritual” en el año 2013, un libro para niños y para el “niño interior”. En el caso de este último trabajo, no sucedió hasta que, a nivel personal y después de años de investigación y estudios, descubrí que la base del perdón es, en realidad, el auto perdón. Así fue como desarrollé un método de cómo reconocer y expresar el dolor, los enojos, las frustraciones, y demás, en formas saludables, aprender y practicar el perdón, para sentir la libertad y paz interior. Lo llamo el “Proceso de las tres F” y lo explico en el libro con ejemplos prácticos. Es importante y necesario perdonarse a uno mismo porque permite la expansión del perdón de manera auténtica y sanadora. Para que realmente “funcione” tenemos que tener “responsabilidad personal”.
Cada vez que hablaba del “perdón” la gente lo asociaba a lo religioso. Pero no es ese el punto: se trata de soltar las cadenas de lo que estamos cargando. A partir de esto y de mis trabajos con presos en cárceles de máxima seguridad en California, con mis clientes, mis investigaciones y fundamentalmente, con mis propias experiencias, empecé a escribir sobre esta temática y en relación con historias reales, ofreciendo al lector cómo poder perdonar y perdonarse, no como un concepto estático sino como un momento para vivir. La buena noticia es que siempre estamos a tiempo de aprender. La mala, es que nunca se termina este proceso de aprendizaje.
Como siempre, la vida nos va guiando e indicando si estamos en el camino correcto. Y en este caso, no fue la excepción, porque tuve la posibilidad de incluirme en el libro, contando mis propias historias, con una mirada puesta sobre el perdón desde la vulnerabilidad empoderada. Porque perdonar nos permite tomar decisiones empoderadas, cambiando nuestro paradigma y sacándonos los juicios de valor que creamos alrededor del hecho en sí.
El “perdón” es un regalo para uno mismo, una práctica espiritual, ya que al poder trabajar los juicios de valor que hago alrededor de lo que me pasó, puedo liberarme y decidir cómo quiero relacionarme con los hechos. Así, empiezo a responder y no a reaccionar. En ese sentido, es un camino al despertar. El perdón no significa condonar y no implica necesariamente la reconciliación.
Creo que se trata del camino hacia la liberación interna que puede suceder dentro o fuera de las cárceles físicas. Muchas veces somos víctimas de nuestras propias cárceles “mentales”, es decir, todo ese rollo que nos hacemos de lo que nos sucedió. No hay dudas que el hecho puede haber sido importante, y hasta a veces traumático. El tema es que si queremos vivir en paz y más felices, es necesario dejar que nuestras vidas estén controladas o definidas por esas circunstancias y que los hechos se perpetúen en el tiempo. Gracias al perdón podemos hacer el proceso de manera saludable, cortar con esas ataduras, empoderarnos, y dejar ir. Al soltar, generamos espacio dentro de nosotros para hacernos conscientes del amor propio como esencia.
“…El perdón es una experiencia de vida en el que cada uno tiene sus tiempos. Pero todos podemos hacerlo con decisión, paciencia y compasión, entendiendo que es un proceso y es posible aprenderlo…”