Como todo arte, el cine debido a su capacidad mimética, lleva consigo una función implícita e
incluso imperceptible ante los ojos del creador de la obra: el espíritu social de las
manifestaciones artísticas. Por ende, toda expresión denota un aspecto crítico del autor de
acuerdo al contexto social de la creación de la obra.
En este caso en particular, la serie dirigida por Brian Yorkey y producida por Selena Gómez,
siempre se caracterizó por querer transmitir a través de la pantalla, aspectos que tienden a la
reflexión y al llamado a la conciencia del espectador. Pero esta tentativa, se define por dos
cuestiones fundamentales: por un lado, visibilizar las aflicciones existentes en el mundo
adolescente y estudiantil; y por el otro, trata de poder desmenuzar la psiquis neurótica de los
mismos.
Lo anterior, era lo llamativo e incluso lo controvertido de esta serie, a pesar de la gran
polémica que trajo aparejado la historia misma de Hannah Baker, y sobre todo, las tomas de su
violación y suicidio. Pero lamentablemente este poder social y estético se fue perdiendo.
¿Cuál es el resultado de esta tercera temporada? Redundar, redundar y redundar. Los
diálogos, dan a conocer una historia vieja y pasada. Los personajes están estancados en el
pasado e insertos en un futuro poco prospero. Hay pocas innovaciones. Solo, un nuevo
personaje y narrador: Ani, una joven que se incorpora al Liberty y que tiene una visión más
objetiva de los sucesos. Y esto, es la consecuencia de querer alargar un relato por cuestiones
netamente comerciales.
A pesar de ello, se sigue recayendo en el fácil golpe bajo y en una serie de acciones que se
caracterizan por dramas y muertes más que inverosímiles ¿Es posible de ser creíble tanta
tragedia e injusticia como se plantea en esta última entrega?
PUNTACION: 5/10.