A 150 kms. al norte de Córdoba, Capital por la Ruta Nacional 9 y después unos 12 kilómetros a la izquierda por la Ruta Provincial 21 se llega a uno de esos lugares que todos (los Cordobeses al menos) conocemos, ya sea de nombre, ya sea por fotos o por haberlo visitado en algún paseo escolar.
Cerro Colorado es sinónimo de pictografías y de pueblos originarios, es sinónimo de historia y tradiciones.
El paisaje del norte cordobés deja de lado las planicies, poco a poco, para mostrarnos ondulaciones, monte, arboles espinosos, arroyos y ríos intrincados, montes y montañas. Precisamente en uno de esos lugares mágicos y especiales se encuentra la localidad de Cerro Colorado propiamente dicha. enmarcada por los Cerros, Veladero, Inti Huasi y Colorado, es un paraje tradicional que parece en muchas partes detenido en el tiempo, con el rio de los Tartagos cruzándolo y pintando de verde el paisaje. Un río de aguas transparentes que corre manso y discreto hasta que llegan las lluvias.
El lugar ha crecido notablemente de la mano del turismo, las cabañas, los hoteles, las casas de veraneo ahora completan el paisaje y le dan otro aire, heladerías, restaurantes, bares completan una oferta bien diversa.La atracción lógica son las pictografías que dejaron los Comechingones (Antiguos habitantes de la zona) en los «aleros» del mismísimo Cerro Colorado, de períodos diversos y con una antigüedad de entre 500 y 1000 años muestran escenas de vida, caza y fauna, algunas cuestiones que tienen que ver con sus creencias e incluso los más «nuevos» con la llegada de los conquistadores y sus imágenes de hombres a caballo.
Estas excursiones guiadas salen desde el Museo Arqueológico ubicado en la calle principal y son gratuitas con guías de la Provincia de Córdoba (pero solo se accede a los aleros cercanos al pueblo) o pagas con guías particulares que ingresan a campos privados y nos muestran otros aleros.
Si hablamos de gastronomía para nosotros la mejor opción es La Salamanca (se llega por calles internas siguiendo los carteles) y tiene la particularidad de encontrarse frente a los aleros pictográficos más «céntricos» y junto a una «casa pozo», que no es otra cosa que una recreación de las viviendas que habitaban los pueblos originarios locales que eran semienterradas para de esa forma mantener temperaturas cálidas en invierno y frescas en verano.
La Salamanca es un oasis de comida casera, una casa tradicional y antigua con pisos de tierra en donde la gente se reúne a comer sus empanadas, su humita, pero también sus pastas, tartas y otras minutas, todas caseras y cocinadas por Matías y espectacularmente atendido por Mariela. Para destacar en vino de Quilino. Riquísimo!
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