23/11/2024

JOHN WATERS PRESENTA EN MADRID “FALSO NEGATIVO”, UN ESPECTÁCULO PLAGADO DE CHISTES INAPROPIADOS

Hablamos con el director de cine antes de su vuelta a la capital española con un nuevo monólogo y ganas de reencontrarse con su fervoroso público en el teatro.

La pandemia ha supuesto un antes y un después en los monólogos de John Waters (Baltimore, 1946), que se ha visto en la tesitura de tener que alterar gran parte de su material para que no perdiera ni un ápice de chispa después de múltiples confinamientos y una sensación de extrañeza generalizada. “This Filthy World era la manera en la que yo llamaba a este show, pero desde que llegó la pandemia he tenido que cambiarlo por completo, aunque siempre había estado actualizándolo”, explica el cineasta al otro lado del teléfono semanas antes de regresar a Madrid, la ciudad en la que puso un pie por primera vez hace once años como padrino de Rizoma, el festival de cine y cultura entrelazada. Ahora aterriza en la capital precisamente para celebrar su décimo aniversario. Lo hará en el Teatro Alcázar el siete de junio con otro espectáculo, Falso negativo. “Es un monólogo completamente nuevo, desde la escritura hasta la ejecución. Va sobre la covid-19, la moda, el arte, mis películas, el humor y cómo, de alguna manera, se usa como un arma en Estados Unidos”. En resumen, “es una gira por toda mi vida y por los sucesos recientes de actualidad”.

Una vida que tuvo un punto de inflexión hace cincuenta años, cuando su zafio y descarado largometraje Pink Flamingos se estrenó: “Está viviendo un verdadero revival y tengo la sensación de que ahora es todavía más repugnante de lo que era en su estreno”, cuenta Waters. “No se ha convertido en un título más agradable, es probablemente peor de lo que era por culpa de toda la corrección política que nos rodea hoy en día”. Protagonizada por Divine, sin duda una de las mejores amigas del cineasta y una personalidad imprescindible de la cultura popular y camp del último medio siglo, la cinta pasó a formar parte del Registro Nacional de Cine de Estados Unidos por su aniversario: “Es divertidísimo que una película que fue acusada de tantas cosas tras su estreno haya conseguido eso”, admite.

A decir verdad, John Waters lleva veinte años sin ponerse tras la cámara para dirigir una película, aunque, tras despuntar en el underground, se convirtió en un director de culto con el que estrellas de la talla de Johnny Depp, Melanie Griffith, Christina Ricci o Kathleen Turner estaban deseando trabajar. “Cry Baby no fue un éxito cuando se estrenó, Los asesinatos de mamá consiguió muy buenas críticas, pero tampoco fue un triunfo comercial”, reconoce, sin ápice de nostalgia. Esto cambió cuando, a principios del siglo XX, Broadway quiso llevar su musical Hairspray al teatro. Poco después llegó el remake de Hollywood: “Cuando pisó Broadway fue el momento más exitoso en el plano económico de cuantos he vivido en mi existencia. Y creo que hicieron un trabajo maravilloso”, expone Waters. “Luego se lo llevaron a Hollywood para convertirlo en una película de alto presupuesto. Eso también lo siento como un gran éxito personal”.

El cine (el suyo, pero también el de otros) siempre ha sido un refugio amable para Waters. “Normalmente, los directores que me inspiran son europeos, como Bruno Dumont, Gaspar Noé o François Ozon, y pienso que Pedro Almodóvar es el mejor director vivo del mundo”, celebra sin ambages. “Nos hicimos amigos hace tiempo, cuando lo conocí. Escribe unos guiones brillantes y tiene un sentido del humor maravilloso”. El cobijo que le da el visionado de películas también lo consigue la lectura de libros. De hecho, en los últimos años ha publicado varias obras de no ficción y acaba de debutar con su primera novela, Liarmouth: “Trata sobre una mujer que roba maletas en el aeropuerto. Es una timadora, una ladrona, una mujer a la que odia su propia familia, que quiere verla muerta”, cuenta entre risas.

Probar a escribir ficción le llega a Waters con 76 años, una edad en la que pocas cosas se hacen por primera vez. Aunque algunas le quedan: “Nunca he estado en un equipo deportivo y sin embargo participé en un anunció de Nike, lo más cerca que he estado nunca del deporte”, pone como ejemplo. “También estuve hace poco en una campaña de Yves Saint Laurent y ejercí como modelo por primera vez. He tenido muchas carreras diferentes”.

Su relación con la moda, sin embargo, no es nueva. En los noventa desfiló en París para Comme des Garçons, una firma de la que siempre se ha declarado ferviente seguidor: “Creo que es la más inteligente de cuantas existen en este momento”, expone, y añade: “Me encanta la idea de que tienes que gastar montañas de dinero para parecer pobre. Hace moda inteligente, la abraza, la expande y sus ideas han sido más influyentes que las de ningún otro diseñador. Ella (Rei Kawakubo) lo piensa antes”.

Con casi 80 años, este torbellino está lejos de retirarse: “Siempre me ha dado miedo pensar en la jubilación. Tengo la sensación de que en ese momento caeré fulminado al suelo”.


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