El 25 de noviembre no es sólo un día más en el calendario: marca el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, que da inicio a los 16 días de activismo, finalizados en el Día Internacional de los Derechos Humanos. Es necesario que sigamos poniendo este tema en agenda, como todos los años, por los mismos datos que nos arroja la realidad.
En el 2022, junto a Avon y Quiddity, y con el apoyo de la Casa del Encuentro y ONU Mujeres, realizamos una encuesta sobre la violencia de género con resultados por demás preocupantes: el 80% de las mujeres atravesaron situaciones de violencia de género, y solo la mitad de ellas las reconocieron como tal. Avanzando en lo que llamamos la “Ruta crítica”, es decir, todas aquellas decisiones que toma una mujer que está atravesando una situación de violencia de género para salir de la misma, un cuarto de ellas habló de la situación con alguien y sólo el 11% logró pedir ayuda.
Esta brecha entre el padecimiento de la violencia y poder ser escuchadas y acompañadas refleja que el silencio aún persiste entre las víctimas. ¿Pero qué factores se ponen en juego para que el silencio sea la regla y no la excepción? El informe reveló que existen diversos factores inhibidores que van desde el miedo hasta la falta de recursos económicos. El 34% de las mujeres entrevistadas indicaron la vergüenza como un sentimiento que apareció al exponer su realidad, mientras que el 30% afirmó que sintieron la incapacidad de ayuda de otras personas, por maltratos o incluso la minimización o descreimiento de su situación en otro 28%.
¿Qué nos revelan estos datos? Que, como sociedad, muchas veces somos cómplices al silencio de quienes atraviesan situaciones de violencia al no ofrecer una escucha activa, libre de prejuicios y presiones. Las redes de apoyo son fundamentales para que las personas puedan salir de la violencia, pero no pueden actuar solas. Es imprescindible que existan políticas públicas de prevención y acompañamiento que garanticen el derecho a una vida libre de violencia. Por lo tanto, para que una mujer comprenda que tiene derecho a pedir ayuda, necesita superar dos barreras: reconocer que requiere apoyo y estar informada sobre la existencia de recursos reales y accesibles. El derecho a recibir ayuda es de quien lo necesita, pero exige una sociedad comprometida y políticas que respalden ese apoyo de manera efectiva.
Es fundamental que la sociedad entienda lo que significa ser parte de una red de apoyo reconociendo que hay un rol de corresponsabilidad. Debemos aprender a identificar las señales de alguien que está atravesando una situación de violencia y comprender los diferentes tipos de violencia existentes.
Entonces, ¿qué podemos hacer para cambiar esta realidad? Desde la Fundación Avon creemos que la clave está en fomentar una cultura de conversación abierta y de apoyo real. Necesitamos generar un entorno en el que las mujeres se sientan seguras al contar lo que viven, sin miedo a ser juzgadas. Las redes son fundamentales en el proceso de salida de las violencias, así como también las políticas de prevención y acompañamiento que garanticen el derecho a una vida libre de estas. La campaña que estamos llevando al frente #HagamosRed para salir de la violencia, es una propuesta que nace de esta convicción: si no hablamos, si no nos escuchamos, no podemos cambiar. Si no ofrecemos información clara y accesible, no podremos romper el ciclo de la violencia.
La violencia cuenta con el silencio para seguir ocurriendo. Sin embargo, cuando las personas a nuestro alrededor escuchan con empatía, se tejen redes. Redes que contienen y no juzgan. Redes de apoyo que fortalecen. En esos momentos, aprendemos que escuchar es poderoso. Transformar nuestro silencio en contención, cuidado y acompañamiento, es crear caminos más seguros para todas las mujeres.