En paralelo, la Fogo de su infancia fenecía de mano de la pesca industrializada que no sólo exterminó a los cardúmenes, sino que derrotó al entramado local. Unos 35.000 pescadores quedaron a la deriva en cerca de 400 comunidades en Labrador.
La búsqueda de nuevos horizontes hizo de Zitta y Fogo un buen matrimonio. Ella abandonó todo y volvió a su lugar natal con US$ 41 millones para crear Shorefast Foundation, una entidad cooperativa, sustentable y de comercio justo cuyo objetivo fue refundar la isla.
Ideó un destino geoturístico, con un cinco estrellas totalmente sustentable, creado Todd Saunders, producido merced a la articulación entre diseñadores reconocidos del mundo y artesanos de la isla, con una rentabilidad en todos los proyectos del 15 % que se vuelca en la comunidad.
En ese rincón del fin del mundo se encuentra el Fogo Island Inn en una superficie de 130.000 metros cuadrados distribuidos en 5 pisos y 29 habitaciones, donde se encontraron la sofisticación y el respeto por el entorno.
Todo el mobiliario utilizado en el Inn está pensado por diseñadores profesionales canadienses y europeos, y fabricados en una pequeña tienda de madera cercana -el Fogo Island Shop, también habilitada para comercio online- por hombres y mujeres locales.
El restaurante del Inn, uno de los diez mejores de Canadá por la revista Enroute, utiliza vegetales de origen local, pescado fresco y mariscos, e ingredientes tradicionales como espino cerval de mar, puntas de abeto, musgo de caribú y níscalos secos.
Es un viaje turbador por la lejanía, lo diferente, la variedad de experiencias y el cúmulo de energías que hacen entender que cambiar el mundo es posible y que en Fogo se hace cada día.
La isla de 239 km² y 10 comunidades es, en su esencia, todos ellos. Es el último escalón hacia el Polo Norte.
Por Flavia Tomaello – @flavia.tomaello