Según Freud, el vínculo es una unión que tiene como característica la de ser una
correspondencia y una composición resultante de una mezcla entre sus componentes.
Por lo tanto, es de necesidad remarcar que todo vínculo humano requiere de una
atadura entre sus miembros.
La base de esa unión que funda el vínculo, vuelve a ponerse en juego el vínculo
primario que todos los seres humanos hemos tenido con nuestras respectivas madres
o con quien haya ejercido ese rol. Por ende, las formaciones psíquicas nuestras se
fundan en dicho vínculo.
El bebé, a causa de su prematuración psíquica y también neurológica, percibe a la
madre como el pecho. Por ello, atento a lo expuesto, la relación con el pecho materno
funciona como el modelo paradigmático del vínculo primario y empuja al sujeto al
vínculo y al ser amado (Bernard M, 1991, pág. 101). Entonces, de esta forma la madre
y luego los grupos exogámicos secundarios, son los encargados de llenar esa
homeostasis propia de la vida intrauterina y arrancada en el momento del nacimiento.
El niño, luego de los cinco años aproximadamente, es capaz puede construir una
imagen mediamente referencial de sí mismo a partir de los Otros Significantes, y con
ello, percibir una abstracción de la ética y los valores de la sociedad aportado por los
mismos. Más bien, es capaz de poder formar un Yo y un Súper Yo.
Para Hartmann, el desarrollo psíquico, sobretodo el yoico, es posible debido al recurso
del sujeto social donde se convoca a las relaciones objétales propias de las relaciones
primarias del niño con su mundo social. En este sentido, las relaciones objetales
configuran la naturaleza del mundo interno de las representaciones.
¿Pero que es una representación? Un esquema cognitivo complejo, que supone una
organización duradera, estable y constante de elementos psíquicos que incluyen
afecto e impulso (Horner, 1982; Blanck & Blanck, 1986). De esta manera están
estructurados tanto el sí mismo como el objeto. El sí mismo es la representación que el
sujeto hace de su persona total.
Por ende, la representación de la dimensión social para el niño, viene representada por
su ambiente cuidador primario. Es decir, a través de la persona maternante que se
organizarán las estructuras como parte del sí mismo y se integrarán no sólo entre sí,
sino con la realidad externa que ella representa. Claramente, el sujeto que ejercer este
rol, es un puente entre el mundo interno de experiencia del niño y el mundo de la
realidad externa.
En este sentido, el sujeto psicológico brota de una fundición con otro que lo sostiene.
Es producto de un universo relacional, propio de un tejido relacional en el que fluye el
universo. Este universo se construye relacionalmente (Mitchell & Black, 2004; Mitchell,
1993).