POR MARÍA BELÉN WONDA
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En mi labor como galerista, y conociendo a artistas permanentemente, encontré en Alejandro Pasquale algo que te deja perplejo por la efectividad de la imagen y esa capacidad de hipnotizar, que a mi criterio, debe tener toda creación artística.
Se trata de un creer en el estado puro de la obra, para transmitir la idea o el sentido que tuvo su construcción, sin indicadores o distracciones de los elementos que la componen. Querer definirla o encasillarla es siempre insuficiente, no obstante, se puede advertir la ductilidad de un dibujante de profesión.
Alejandro Pasquale explica este proceso con palabras simples pero fuertes: “En mis trabajos intento mostrar mas allá del relato físico o matérico de los elementos y personajes que participan en la composición. Genera la escena en la que se encuentran éstos con la idea de expresar mundos paralelos existentes. Utilizo el enmascaramiento de sus rostros como metáfora de la liberación de su imaginario y la completa inmersión en éste. Velando sus rostros no hay indicios de gestos, de si están enojados, sonrientes o tristes, sólo están expectantes en una pose neutral, suspendidos en un momento en el cual aflora su ‘imaginación’ o se libera su estado de conciencia y los transporta a cierto lugar deseado”.
El universo paralelo es resultado de la liberación del imaginario del creador, aquél que decide abrir su mente para exteriorizarlo y dejarse ser y viajar en su propia imaginación.