POR Constanza Monferini Zapiola- @cotimonferini.
Aunque parezca extraño, en este periodo que se espera con gran expectativa, hay muchas personas que pueden llegar a sufrir ciertos picos de ansiedad generados por diversas causas.
En principio es necesario tener en claro que el ser humano es una unidad bio-psico-social, en donde la predisposición genética tiene una gran influencia en su relación con el ambiente que interactúa el sujeto. Por ende, en todo tratamiento y concepto afín a la salud mental, involucra una teorización interdisciplinaria para poder comprender y construir el conocimiento suficiente a una cuestión puntual.
Por esta cuestión, en este escrito nos adentraremos al estrés. A lo largo de la historia de la ciencia, el constructo de estrés ha ido mutando con el paso del tiempo y debido al avance de diversas disciplinas. En términos empíricos, el estrés se lo define como aquel mecanismo que supera el rendimiento normal del organismo tanto en su base hormonal, física, química y psíquica. Por ello, estas alteraciones si se llegan a producir a largo plazo, provocan una respuesta generalmente desfavorable y recurrente. Es en este condicionamiento neuronal, en donde los niveles de ciertos neurotransmisores como la adrenalina y la noradrenalina empiezan a desestabilizarse; y por ende, termina siendo difícil de controlar por parte del sujeto en su estado tanto consciente e inconsciente. Esto se debe a que el organismo, más bien nuestro sistema autónomo, se encuentra alerta en situaciones de las cuales no habría porque esta alerta, como consecuencia a la sobre estimulación del organismo.
En este sentido, lo anterior trae aparejado tanto problemas físicos de carácter somáticos, como psicológicos. Entre los somáticos se puede describir la presión arterial alta, insuficiencia cardiaca, diabetes, dermatitis (acné, solaseis, eczema), problemas menstruales, malestar estomacal, etc. Y entre los psicológicos, la angustia, depresión, ataques de pánico, obesidad, problemas alimenticios, apatía, fatiga, soledad, irritabilidad, entre otros. Pero el más conocido y el menos tratado, es el comportamiento autocrítico y obsesivo. Como bien su nombre lo indica, es una conducta resultante de un periodo prolongado de estrés, en donde el sujeto sigue llevando a cabo una rutina displacentera debido a una energía libidinal que no deja de pulsar. Por ende las consecuencias del estrés se hacen presentes en periodos y en situaciones que deben ser placenteras, pero son reemplazados por esta energía propia del principio más allá del placer.
Si bien es poco tratado el comportamiento autocrítico, es necesario tener en cuenta que es una afección que no descansa ni en vacaciones. Por ello, lo que se recomienda es romper con la rutina e ir condicionándola con otras actividades que resulten atractivas. Para ello, e fundamental eliminar cualquier elemento relacionado con la vieja rutina.
Algunos consejos a continuación: