La familia Kardashian lleva algunos meses embarcada en una redefinición de la cultura visual de Estados Unidos. Gasolineras, prendas de tejido denim y estética cowboy han sido algunas de las claves de este rebranding, que parte de lo más esencial del imaginario estadounidense para elaborar su propia interpretación de aquel slogan trumpista que rezaba Make America Great Again. Hemos hablado de la reciente transformación estética Kardashian que, tanto en estilo de vestir, como la forma de llevar el pelo o incluso en las operaciones estéticas, se orienta ahora hacia un modelo de belleza blanco, que trae (malos) recuerdos del denominado heroin chic de los 2000 y de la moda WASP. Hemos hablado también del regreso de las estéticas mainstream del enfado. Tanto en moda como en música, con el revival del poprock y el skatepunk de los 2000, y sus chicos blancos ataviados bajo las formas convencionales de lo rebelde, cada vez más presentes en el entorno del klan.
Esto lleva ocurriendo desde hace meses, en las píldoras visuales que se filtran a través de sus publicaciones en Instagram, sus apariciones en medios y su presencia en eventos de alfombra roja. Un ejemplo sencillo e ilustrativo es la portada del American Dream Issue de la revista Interview protagonizada por una irreconocible Kim Kardashian de cejas decoloradas, vestida de denim de pies a cabeza frente a la bandera de Estados Unidos. Imágenes que escalan su impacto e influencia en cuanto pensamos en su astronómica cifra de seguidores, que es lo que convierte a la familia Kardashian en la más influyente del mundo de la moda.
Tirando de este hilo que une a la familia con el reciente resurgir de una estética blanca e icónicamente estadounidense, es difícil no pensar en una de las últimas polémicas acaecidas en la semana de la moda de París, la protagonizada por Kanye West y el mensaje que se leía en parte de su colección de Yeezy, white lives matter (las vidas blancas importan), asociado al supremacismo blanco. Tal vez un mensaje fallido que, en un contexto de pérdidas de libertades individuales y de un peligroso resurgir de la extrema derecha, encontró el rechazo frontal de la industria y la opinión pública.