Desde el primer día que ingresé a la escuela hotelera en Suiza, sentí que este era un mundo fascinante en el que una “actuación” permanente me permitía entrar en el personaje del anfitrión.
Sí, recuerdo haber jugado a tener un restaurante transformando mi cuarto en uno, a los cinco años. De hecho, ¡obligaba a mis hermanos y primos a ser clientes! Siempre tuve una gran pasión por la cocina y por seguir las recetas de mi abuela.
La vida, los viajes y las personas: observo, interpreto y, luego, naturalmente frente a una situación, mi “banco de datos” almacenados con la experiencia son los que me inspiran.
La disciplina, la dedicación para ofrecer respuestas y los momentos de reflexión.
Pienso que crear, en cualquier tipo de profesión, es arte. Probablemente, la manera más importante en la que interviene, es en el hecho de sentirme libre de generar nuevas ideas y de llevarlas a la práctica.
Son muchas, ya que van más de 35 años en el rubro pero creo que las más importantes siempre son las que de alguna forma cambiaron a las personas con las cuales tuve la oportunidad de relacionarme. Recuerdo muy claramente un llamado a las tres de la mañana, por un problema de huso horario, de una persona con quien había trabajado en Marruecos y que participó de un programa de capacitación e integración laboral en Casablanca. Cuando lo conocí, él estaba viviendo literalmente en la calle, y 25 años después me buscó por el mundo para decirme que ahora era Jefe Concierge de la Asociación de “Clefs d’Or de Maroc”. Yo sólo le ofrecí el primer empuje ¡y la persona supo cultivarlo!
¿Cómo llegó a desarrollar Hub Porteño y Casas Latinas en Buenos Aires?
Gracias al apoyo de los propietarios de HP que nos han ofrecido esta maravillosa oportunidad. Es un lugar muy especial y un trampolín para poder crear una hotelería a “medida”, conceptual y humanamente. Desde allí, nace la esencia de Casas Latinas, con otras propiedades por América del Sur e Italia, donde nos dedicamos a “crear viajes de momentos”, o sea, ofrecer a nuestros huéspedes lo más valioso que hay hoy en día: tiempo genuino y apasionado.
Una característica única en el mundo: su diversidad y su gente, una riqueza natural que se respira por sus calles y barrios. La Recoleta tiene una identidad de pertenencia muy marcada: “somos muy de nuestro barrio”. Y justamente, el lanzamiento de Club Porteño, el primer “club de afinidades” de Buenos Aires, no podía nacer en otro lugar más que ahí.
Si la tuviera creo que sería un problema. No hay una única llave, hay una mezcla constante de ingredientes genuinos, como la disciplina, la creatividad y la pasión por las personas.
Sí, definitivamente me siento un ciudadano del mundo. Me adapto por una razón muy simple: adoro entrar, de forma profunda, en las realidades locales, desde una mirada a un sabor, y siempre descubriendo las cocinas y las tradiciones del lugar. Tengo la suerte, por mi trabajo, de vivir en contacto permanente con estímulos nuevos, como si se tratara de una película con colores y sabores intensos.
Un joven apasionado del mundo del teatro y el espectáculo que, con consistencia, escalonó los caminos que hacen a esta profesión. Empecé de camarero y sigo pensando que fue lo mejor que me pasó. Veo esfuerzo, dedicación, pero sobre todo tanta gente que he cruzado en mi camino, con quienes hemos compartido momentos maravillosos e intensos. Abrir hoteles es un ejercicio complejo pero creó un sentido de pertenencia y de trabajo con un equipo único. Voy por casi 30 años de profesión así que la historia de mi vida está hecha de una cantidad importante de momentos inolvidables.
¡Un pasional, creativo y alquimista de la hospitalidad!