25/11/2024
POR: Constanza Monferini – @cotimonferini
Muchas personas padecen este tipo trastorno; por ello, a continuación, se determinará la manera en que afecta bioquímicamente y psicológicamente a quienes lo padecen.
Se puede determinar que el miedo es una emoción que se caracteriza por una intensa sensación provocada por la percepción de peligro, ya sea pasado, presente o futuro. Más bien, se la considera como aquella emoción primaria que deriva de la hostilidad al riesgo, produciendo altos niveles de ansiedad.
Desde la teoría freudiana del miedo, se la puede comprender bajo los términos afectivos y emocionales (los cuales son ineludibles para adaptación al medio) de carácter angustiosos. Lo anterior, traspasa los límites de la psiquis individual para adentrase a lo social. Desde esta perspectiva, el miedo puede formar parte del carácter de la persona, como derivado de la organización social. Por su alcance psíquico, el sujeto puede condicionar, ya sea a temer objetos e incluso contextos, como también no temerlos.
Lo anterior, se debe a que el mecanismo que desata el miedo en términos biopsiquicos, se centra tanto en el cerebro reptiliano, que se encarga de regular acciones para la supervivencia; como en el sistema límbico, encargado de regular las emociones, la lucha, la huida, la evitación del dolor. Este sistema revisa de manera constante e incluso durante el sueño, toda información que se recibe a través de los sentidos, por medio de la amígdala cerebral. Cuando la amígdala se activa, se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta puede ser la huida, el enfrentamiento o la paralización. Por ende, el miedo se puede relacionar de manera compleja con otros sentimientos y acciones que pueden ser netamente psíquicos fomentados por las pulsiones inconscientes.
Estos derivados pulsionales están sustancialmente influidos por la experiencia. Es por eso que la manera de entender las relaciones personales, pueden frenar a una persona a la hora de comprometerse. Estas experiencias, pueden originar el miedo al rechazo, el temor a tomar una decisión equivocada, el miedo excesivo al abandono, frustraciones o controles demasiado rígidos.
En muchas ocasiones “el miedo al compromiso” está basado en el temor a la perdida y pasar por una fase de sufrimiento, como primera instancia del proceso de duelo. Por ello, es necesario tener en cuenta que las razones por las cuales una persona teme involucrarse demasiado en una relación varían, pero en general, están configurados por huir del esquema del miedo o amenaza. Más concretamente, para no volver a recaer en un esquema violento de vinculación, ya que el sujeto al no desentrañar en las consecuencias negativas de su matriz psicológica; la anticipación se convierte en su mejor aliada, para evitar recaer en el estado emocional indeseado.
