POR SOFÍA MONGUILLOT
¿Quién es Santiago Artemis?
Es un diseñador de indumentaria un poquito diferente porque mezcla muchísimos elementos: personaje, diva, artista. Ante todo, es una persona que trabaja mucho y tiene una visión de la moda bastante diferente.
¿Cómo influyó tu crianza en Ushuaia?
Muchas de las diferencias que tuve con Ushuaia fue el hecho de haberme criado acá, entre los bosques y las montañas. Creo que me permitió generar esta noción y pasión por los Alpes, la naturaleza y la tierra. Se ve mucho de eso en mis colecciones.
¿Cuándo empezaste a sentir que la moda era tu pasión?
Era medio obvio (risas). Siempre tuve una inclinación hacia la moda, volcado en la indumentaria. Era un chico que miraba cosas muy inusuales como “Sailoor Moon”, los programas de Xuxa o películas de los años ’40. A muy temprana edad me empezó a gustar la moda, más o menos a los dos o tres años: primero empecé con dibujos, y después que los tenía armados, los materialicé cuando aprendí confección a los 16, 17 años.
¿Cómo capitalizás las críticas?
A las críticas negativas las ignoro: no tengo tiempo de detenerme odiando o respondiendo hacia el odio. Estoy enfocado, queriendo a los que me quieren y dándole cariño a la gente que me respeta y le gusta lo que hago. Me parece que es un gran error de la gente enroscarse en las cosas negativas. Yo no tengo tiempo.
¿Qué es la moda para vos?
Para mí, la moda es un lugar donde se puede ser uno mismo sin tener que pedir permiso, sin tener que pedir disculpas. Es como un mínimo escape de la realidad en la que vivimos.
¿Cómo ves la moda en Argentina?
A la moda argentina la veo bien. Estamos en un proceso, me gustaría que la
gente se anime un poco más, que la corte con los prejuicios, las preguntas, con cuestionarse y con dudar. Hay que relajarse e ir y hacer. Basta con esta noción de “me lo pondría pero mis amigas…”. Las chicas, generalmente, están pendientes de la hermana, la amiga, de lo que van a decir. Basta de estar pendientes: ¡hagan la suya, lo que quieran y pónganse lo que les guste!.
¿Un momento que haya sido increíble?
Cuando tenía 19 años, vestí a la hija de Gustavo Ceratti: le hice su vestido de 15 años. Para mí fue increíble que me eligiera teniendo la posibilidad de llamar a cualquier diseñador. Sentí que me amó y me pareció una locura.
¿Qué pide la gente al momento de contactarse con vos?
Mi marca tiene muchísima identidad, personalidad, autoridad. No es ropa para pasar desapercibido: es para lucirse. Puede ser un vestido súper tranquilo o muy extravagante. No pasa por la exageración sino por la actitud que el vestido le confiere a la persona. Tengo clientes que me piden cosas muy tranquilas; no todo es hombreras y show: vienen porque están hartas de ver lo mismo en todos lados y conmigo encuentran algo distinto. Eso me hace sentir que hago bien mi trabajo.
¿Qué cosas te inspiran?
Amo las mujeres con personalidad, no me gusta la debilidad en las personas. Quiero confianza. La inspiración, para mí, viene de una identidad marcada, de hacerme notar desde la confianza y la personalidad. Quiero creer que la gente cuando me ve piensa: “¡Wow, qué confianza tiene de sí mismo!”.
¿Cómo te sentiste cuando Katy Perry te pidió que la vistieras?
Cuando vestí a Katy Perry, recuerdo que a su estilista le gustaba mucho lo que yo hacía y por eso me convocaron. El hecho de que ella haya querido usar mis vestidos, fue muy lindo. En Lollapalooza tuve la posibilidad de conocer a Lana del Rey y pude entregarle una prenda mía. Fue increíble.
¿Qué es lo que más te estresa?
Cuando hay muchas trabas y cosas que se me van de las manos.
¿Cómo ves al mundo de la moda en el exterior?
El exterior se caracteriza por la autenticidad. La gente es muy abierta: no pregunta, no critica y celebra la diferencia. Vas en el ascensor y te consultan con una emoción, una curiosidad y alegría por ver algo distinto. Acá, eso no pasa mucho, especialmente en el caso de las mujeres que se pelean y critican entre ellas.